viernes, 28 de octubre de 2011

El dragón de Komodo, monstruo de Komodo y varano de Komodo (Varanus komodoensis)


El dragón de Komodo (Varanus komodoensis) también llamado monstruo de Komodo y varano de Komodo, es una especie de saurópsido de la familia de los varánidos, endémico de algunas islas de Indonesia central. Es el lagarto de mayor tamaño del mundo, con una longitud media de dos a tres metros y un peso de unos 70 kg. A consecuencia de su tamaño, son los superpredadores de los ecosistemas en los que viven. A pesar de que estos lagartos se alimentan principalmente de carroña, también cazan y tienden emboscadas a sus presas, que incluyen invertebrados, aves y mamíferos.

La primera vez que científicos occidentales estudiaron los dragones de Komodo fue en 1910. Su excepcional tamaño y su reputación de animal temible los convierte en uno de los animales más populares de los zoológicos. En estado salvaje son una especie amenazada; su ámbito de distribución se ha reducido debido a las actividades humanas y están catalogados como vulnerables en la Lista Roja de la UICN. Están protegidos por la ley indonesia, y un parque nacional, el Parque Nacional de Komodo, fue fundado en 1980 para contribuir a su conservación.


La época de apareamiento comienza entre julio y agosto y la puesta de huevos en septiembre. Depositan aproximadamente veinte huevos en nidos de megápodos abandonados, y los incuban durante siete u ocho meses, hasta su eclosión en abril, cuando los insectos son los más abundantes. Los jóvenes son vulnerables, por lo que suelen morar en árboles, a salvo de depredadores y adultos caníbales. Tardan aproximadamente entre tres y cinco años en madurar, y pueden vivir hasta unos cincuenta años. Estos lagartos se encuentran entre los pocos vertebrados con capacidad de reproducción por partenogénesis, proceso por el que las hembras pueden poner huevos viables en situaciones de ausencia de machos.


Los nativos de la isla de Komodo se refieren a este animal como ora, buaya darat (cocodrilo de tierra) o biawak raksasa (monitor gigante).

 
¿Veneno en su saliba?

Walter Auffenberg, herpetólogo de la Universidad de Florida, reseñó que el dragón de Komodo tenía patógenos sépticos en su saliva, expresamente las bacterias: Escherichia coli, Staphylococcus sp., Providencia sp., Proteus morgani y P. mirabilis. Auffenberg descubrió que mientras estos patógenos se encontraban en la boca de los ejemplares salvajes, desaparecían de la de los animales cautivos, debido a una dieta más limpia. Esto fue verificado tomando muestras mucosas de la superficie externa de la encía de la mandíbula superior de dos individuos recién capturados. Muestras de saliva analizadas por investigadores en la Universidad de Texas, encontraron 29 tipos de bacterias Gram positivas y 28 Gram negativas en las bocas de dragones de Komodo salvajes, incluida Pasteurella multocida. El rápido crecimiento de estas bacterias fue constatado por el investigador Terry Fredeking: «Normalmente se necesitan aproximadamente tres días para que una muestra de P. multocida cubra una placa de Petri; la nuestra necesitó ocho horas. Estuvimos muy desconcertados por la virulencia de estas cepas.» Este estudio apoya la observación de que las heridas infligidas por el dragón de Komodo a menudo están asociadas con sepsis e infecciones subsecuentes en sus presas.


A finales de 2005, investigadores de la Universidad de Melbourne especularon que el varano gigante australiano (Varanus giganteus), otras especies de varánidos y los agámidos podrían ser algo venenosos. Se pensaba que los mordiscos infligidos por estos reptiles eran propensos a infectarse debido a las bacterias de su boca, pero el equipo de investigación afirmó que los efectos inmediatos de sus mordeduras eran causados por un leve envenenamiento. Se estudiaron mordeduras en dedos de humanos por parte de un varano arborícola (Varanus varius), un dragón de Komodo y un varano arborícola moteado (V. scalaris), y todas causaron un efecto similar: una rápida inflamación, interrupción localizada de la coagulación de la sangre y un intenso dolor que alcanzaba hasta el codo; algunos de estos síntomas se prolongaban durante varias horas.

En 2009, los mismos investigadores publicaron pruebas adicionales que demostraban que los dragones de Komodo poseen una mordedura venenosa. Las exploraciones realizadas mediante imagen por resonancia magnética de un cráneo mostraron la presencia de dos glándulas de veneno en la mandíbula inferior. Al extraer una de estas glándulas de la cabeza de un espécimen enfermo terminal en el Zoo de Singapur, comprobaron que secretó un veneno que contenía varias proteínas tóxicas diferentes. Entre las funciones conocidas de estas proteínas se incluyen la inhibición de la coagulación de la sangre, bajada de la tensión arterial, parálisis muscular e inducción a la hipotermia, lo que conduciría a una conmoción y pérdida de consciencia en las presas víctimas de su mordedura. Como consecuencia de este descubrimiento, la anterior teoría que afirmaba que las bacterias eran las responsables de las muertes de sus víctimas quedó en entredicho.

Sin embargo, Kurt Schwenk, un biólogo evolutivo de la Universidad de Connecticut considera el descubrimiento de estas glándulas intrigante, pero piensa que la mayor parte de las pruebas sobre el veneno en el estudio son «sin sentido, irrelevantes, incorrectas o falsamente engañosas». Schwenk sostiene que, incluso si los dragones tuvieran proteínas parecidas a un veneno en su boca, pueden tener un propósito distinto, y duda que el veneno sea necesario para explicar el efecto de su mordedura, pues argumenta que la conmoción y la pérdida de sangre son los factores primarios.


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